Tu otra sombra T03xP054

26/02/2016
(En memoria de Paco Lucha)

El programa Tu otra sombra de esta semana os trae el siguiente contenido:


* Relato de Terror: "La casa maldita del bosque", escrito por María del Mar Contreras. Os narro esta tenebrosa historia.
* Noticias. Lo más destacado de los últimos días en referencia al mundo del misterio, la ciencia y cosas curiosas.
* Nos adentramos en las experimentaciones con imágenes. Las denominadas "psicoimagenes" van más allá de la grabación de voces, como ocurre con las psicofonías. En este caso a través de la captación de imágenes, se intenta entrar en contacto con otras realidades. El investigador Alfonso Neto nos habla sobre este apasionante tema.
* Mi reflexión "Cuando miro a las estrellas...":  "El sonido de nuestro mundo interior".
Podéis descargarlo en Ivoox, o escuchar todos los programas en la Sección Tu otra sombra

--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Psicoimágenes conseguidas por Paco Lucha, y las que hemos hecho alusión en el programa.







--------------------------------------------------------------------------------------------------------


El sonido de nuestro mundo interior

Esta semana ha sido un tanto extraña para mí en varios sentidos. No sé cómo debo tomarme ya las cosas que ocurren, o si mis pensamientos deben cambiar su orientación para caminar hacia otra forma de entender el mundo. Lo que me resulta triste es saber que si cambio hacia ese camino, la costumbre terminará haciendo que me convierta en quien no quiero ni debería ser.
   Sigo sin entender cómo tantos cúmulos de coincidencias terminan juntándose para crear un conflicto que nunca he buscado, ni quiero, ni se saca nada bueno. Y me canso de repetir una y otra vez que me dejen en paz. Que con lo poco que tengo ya tengo bastante para seguir mi camino. Pero no. Todo hay que hacerlo más complicado. Eso lo tengo claro, aunque me tenga que morder la lengua para no decir las barbaridades que algunos hacéis conscientes o no, pero provocando daños irreparables de confianza.
   Dudo de muchas cosas, y por eso creo que me he convertido en un eterno aprendiz y buscador de respuestas. He pisado muchos templos, he conocido personas de muchas culturas, condiciones sociales, ideologías, religiones… Y en cada uno, he encontrado una parte de la Verdad, pero también he encontrado una parte de la Mentira.
      Creo que en más de una ocasión he dado a entender que me relaciono con todo el mundo, sin importarme demasiado sus creencias o su estatus social. Me puedo tomar un café con la persona más simple y humilde del mundo, al igual que lo puedo hacer con el mismísimo rey. Pero eso sólo me atañe a mí y a la persona que tengo enfrente.
Pero no. Una vez más siguen criticando lo que hago, con quien ando o lo que puedo llegar a hacer. Y eso es lo que termina por decepcionarme, porque los peores suelen ser precisamente los que más cercanos están, y los que vienen con apariencia de amistad. Me canso, y es verdad.
   No puedo entender por qué a espaldas vais intentando hacer amistades con esos a los que me habéis visto hablar, para luego ir contando las atrocidades que se os van ocurriendo. Y si pensáis que eso os va a llevar a algún lugar, yo creo que más bien no. Pero lo que si estáis consiguiendo es que entre unos y otros yo continúe quedando mal. Si hablo con la policía, malo, porque por detrás le vais contando que conozco a gente metida en la droga. Si hablo con un toxicómano, también mal, porque le contáis que puedo ser confidente de la policía. Si hablo con un cura, malo, porque le diréis que conozco a gente de ideas satánicas. Y al satánico le diréis que desconfíe porque hago algunos trabajos para la iglesia.
   Y así está el panorama, que no sé por qué motivo, cada vez que salen a relucir nombres, grupos, instituciones y personas con las que tengo algún vínculo, siempre aparece algún gracioso que consigue apartarme y crear la desconfianza.
   De verdad que os he puesto a prueba en más de una ocasión, solamente por saber si eran coincidencias y yo exageraba. Pero es tan real como vuestras malvadas intenciones. Y ohhh coincidencia, aparecen los mismos de siempre, como por arte de magia.
  Han pasado estos meses, y nos encontramos nuevamente, pero ahora intentando meter la cabeza en esas amistades que no conocéis, pero que ya intentáis tener como nuevos amigos.
   De verdad que me llama mucho la atención dos cosas. La primera es que haya gente que tenga una vida tan vacía que intente llenarla con las experiencias de otro. Y la segunda, que utilicéis la conveniencia y la maldad para luego apartarme y tratar de ocupar mi lugar.
   Cuando tenéis algún problema, qué rápido habéis venido a pedirme ayuda. Pero cuando alguien os deja una ventana abierta, igual de rápido sois en colaros y ocupar la vivienda.
Os vuelvo a decir que no entiendo esa actitud. Que tampoco me importa demasiado, y que lo único que quiero es que respetéis la intimidad y la vida de cada uno. Que porque me veáis paciente y comprensivo, no significa que sea tonto. Y que si tanto me tocáis las narices, lo mismo en lugar de apartarme de vosotros, me dedique a ir a por vosotros.
   Eso es lo que no quiero hacer, ni quiero que me pongáis a prueba en ese aspecto. Porque de ser así, os puedo asegurar que mi lado oscuro no conoce fronteras, ni tenéis un sitio donde esconderos.
   Lo mismo pensáis que estoy enfadado o algo de eso. Pues no. Sólo os cuento lo que pienso ahora, porque el que me busca me encuentra. Si es para bien, eso obtendrá. Y si es para mal, el tiempo dirá…
Ahora se lo preguntáis al tiempo, a ver qué dice.

   Sin duda, dentro de cada uno de nosotros vibran muchas cosas. A algunos les late el corazón, a otros les mueve la compasión, a otros le mariposea la barriga… y así, tantas cosas como situaciones y sensaciones vivamos en cada instante. Por favor, la cabeza está para pensar, pero siendo conscientes con la realidad. Siempre hay que estar dispuesto a aprender cosas nuevas, y a desaprender lo que estaba mal. Somos como antenas, y debemos afinar para escuchar el sonido de nuestro mundo interior.
Una reflexión de Fernando García

--------------------------------------------------------------------------------------------------------
La casa maldita del bosque

En un día soleado de marzo, en una pequeña aldea llamada Monst, se cuenta una historia terrorífica de una casa. De esto hace ya cien años atrás, que en el bosque de Monst, aparecen sombras de personas altas con capuchas, que no dejan ver sus rostros, y suelen ir hacía una inmensa casa en lo alto de la colina de este inmenso bosque. Aun nadie han encontrado dicha casa pero la historia es contada por los más ancianos del lugar.
Sergio un niño de ocho años, solitario, alto, muy delgado y con unas enormes gafas de culo de botella, está sentado en su dormitorio junto a la ventana. Él mira a los demás niños que juegan en la calle a la pelota.
Sergio sueña ser como ellos y tener amigos, pero los niños del lugar solo se burlan de él por llevar esas gafas, y siempre lo llaman gafotas y más cosas feas, que ni si quiera quería recordar.

Anabel, su madre, entra en su dormitorio y lo ve como todos los días junto a esa ventana: triste, solo y pensativo, mirando al exterior.

Anabel: - Sergio porque no sales a la calle y haces amigos, anda ve a jugar con ellos.

Sergio: -No, mama tengo que estudiar para un examen. No salgo...

Se sentó en su escritorio y se dispuso a estudiar, no quiso decirle a su madre que no tenía amigos y siempre se burlaban de él.

Anabel: -Está bien hijo mío, solo vengo para decirte si quieres algo para merendar.

Sergio: -No, no tengo hambre, quizás dentro de un rato.

Anabel cerró la puerta de la habitación de su hijo, y como todos los días, se marchaba a trabajar hasta la mañana siguiente.
Pasado un rato, Sergio salió de la habitación y se dispuso a comerse unas chocolatinas con un vaso de leche, y se marchó a la calle para contemplar más de cerca a aquellos niños. Se sentó en un banco frente a ellos. Y fue cuando José y Álvaro se acercaron a él.

José: -Hola gafotas. Sé de una historia que me ha contado mi abuelo, de cuándo era pequeño. Cuenta que en el bosque se ven sombras, y hay una casa abandonada.

Sergio: -¡Ahh siii!

José: -Sí, solo queríamos saber si quieres venir con nosotros y encontrar la casa para jugar allí.

Álvaro: -Sí, vente con nosotros. Siempre te vemos solo, queremos ser tu amigo.

José: -¿Qué dices, te apunta?

Sergio: -Vale, vamos al lugar.

Sergio se entusiasmo al oír las palabras de sus amigos, sin saber la maldad que ellos le guardaban. Se apresuraron calle abajo y tras las ultimas casas del pueblo, cruzaron bajo un puente, donde había un camino muy estrecho, y hablaron por el camino de lo bien que se lo iban a pasar todos.
Cuando menos se lo esperaron, ya estaban adentrándose por el bosque. Eran las ocho de la tarde de un esplendido día de sol.

Sergio: -Y cómo que me estáis hablando, después de estar siempre insultándome.
José: -Bueno, siempre te vemos solo y queremos ser tu amigo ¿es malo eso?

Sergio: -Claro que no. Yo también quería ser amigo vuestro.

José: -Ya hemos llegado. Juguemos aquí.

El lugar estaba situado en una explanada, y decidieron jugar al escondite.

José: -Venga, aquí es el lugar para jugar al escondite, la quedas tu Sergio.

Sergio: -Vale. Pues cuento hasta diez.

Se dispuso a contar junto a un árbol y los dos niños, se escondieron tras unos arboles… tras las sombras de aquel lugar que parecía maldito.

Sergio: -Uno, dos, tres, cuatro, cinco… diez. ¡Ya voy!

A lo lejos, entre las siluetas de los arboles ,observó una sombra pasar, creyéndose que era uno de sus nuevos amigos, se adentró hacía las sombras de aquellos árboles, con pequeños pasos para no hacer demasiado ruido con las ramas que estaban bajo sus pies.
Los dos presuntos amigos lo estaban contemplando detrás de los árboles, y lo siguieron para jugarle una mala pasada. Mientras iba avanzando, Sergio iba notando un frío y un miedo que le hacia estremecer, pero se hacia el valiente porque, después de todo, había encontrado a unos amigos en los cuales no se imaginaba lo que sucedería horas más tarde.
Sergio avanzaba por unos matorrales y a lo lejos pudo contemplar una enorme casa. Se detuvo para poder observar su alrededor en silencio, solo se escuchaba palpitar su pequeño corazón.
Vio entrar dos siluetas en la casa, y se dispuso ir en busca de sus nuevos amigos.
La casa era muy vieja, con unos enormes ventanales tapiados con maderas Subió por unas escaleras hasta el porche de aquella casa, y le temblaba las piernas abrió la puerta que se encontraba encaja como si alguien hubiese entrado antes de él y se adentro en su interior.
José y Álvaro lo vieron entrar, y se acercaron a la casa para dejarlo encerrado allí en el interior.

Sergio: -Hola… hay alguien?... -dijo con voz temblorosa al ver el interior de esa casa tan oscura y recordar lo que dijo su amigo antes de ir al lugar-

Sergio: -José?, ¿Álvaro? ¿Estáis aquí? -pregunto Sergio, con voz que ni siquiera podía salir de sus labios-

Miraba por todos lados, adentrándose en las habitaciones de la parte inferior de la casa. Observaba figuras muy antiguas aunque todo el interior estaba un poco destrozado por personas que la habían habitado. Había muebles antiguos, cuadros y demás cosas.
Entró en la cocina que olía a podrido, por alimentos en mal estado, y recorrió toda la casa que es de dos plantas. Viendo que no había rastro de sus nuevos amigos, se asusto por los ruidos y susurros que podía escuchar en ese lugar abandonado, como si algo terrible hubiese pasado en su interior…

Sergio: -Ya no quiero jugar más. Por favor, contestarme.

Fue entonces, que escuchó un ruido en el sótano, pasos, correr y risas. Abrió la puerta del sótano, que estaba bajo las escaleras, con la mano temblorosa, y dio un paso, observando su interior. Los dos amigos vieron que entró en el sótano y lo cerraron ahí dentro.

Sergio: -Por favor, abridme...

José: -Ja, ja, ja -con risa malvada se reía José-

Álvaro: -Estás atrapado gafotas. ¿Creías que éramos amigos tuyos?

Sergio: -Abridme...

Daba puñetazos en la puerta vieja

Sergio: -Por favor… por qué me hacéis esto?

El interior del sótano era oscuro y frio. Sergio escuchó la puerta de entrada de aquella casa cerrarse, y de reprende, escuchó un fuerte porrazo en la puerta de donde se encontraba, y a los amigos gritar.

José: -Aahh!, No, por favor...

De repente, Sergio notó un charco en sus pies. Le dio un miedo atroz y bajo corriendo las escaleras, y se escondió tras unas cajas apiladas, solo se escuchaban ruidos, gritos y como si algo espantoso estuviese pasándole a sus amigos.
Temblando y muy asustado, fueron pasando los minutos, las horas… hasta que fue vencido por el sueño.

Cuando ya amaneció y parecía estar todo tranquilo, subió las escaleras y pudo observar que la puerta de aquel maldito sótano frío y oscuro donde paso un miedo, que nadie jamás había experimentado, estaba abierta, y él todo lleno de sangre.
Sergio, ese día no tomó su medicamento y estaba un poco nervioso. No supo qué había sucedido pero, claro está, que sus amigos desaparecieron. Al salir al porche, ve los cuerpos meciéndose de sus amigos colgados de una viga, junto a una mecedora rota por el tiempo frente a él. Algo cruel y despiadado ha sucedido aquí. Algo que se escapa del control del raciocinio y el sentido común. Su cuerpo tiembla, y notó cómo las rodillas estaban a punto de fallarle. Un fuerte dolor se instala en el centro de su pecho, y se echa a llorar de lo impotente que se sentía al contemplar ese horror. Algo o alguien terrible habitaba esos alrededores, oculto en la oscuridad, algo cruel, perverso y sanguinario.
Tenía la sensación de que algo se le abalanzaría sobre él. Echó a correr como nunca jamás lo había hecho antes, sin mirar atrás, por ese bosque tan frondoso.
Sergio notaba detrás de él algo que le seguía, pero no miraba hacia atrás. Sólo corría y corría.
Sin parar de correr, gritaba y hablaba con algún ser invisible y terrible que le seguía.

Sergio: Gritó -¡Por favor, no me hagáis daño!. Tan sólo soy un niño… Nunca le diré nada a nadie, lo juro.

El corría. Pensaba en su madre y sollozaba. No veía bien por las lagrimas que resbalaban por su mejilla, pero no paraba de correr. Estaba muy cansado y sus piernas canijillas ya no podían más. Tarde o temprano caería al suelo por el cansancio, tan sólo era un niño. Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban y por fin salió de ese bosque tan oscuro y maligno en el que fue a jugar con sus nuevos amigos, y únicos por ahora.
Al llegar a su casa, todo lleno de sangre, con la ropa media rota por las ramas en las que se había enganchado, asustado, llorando y sin poder respirar, sintió alivio y hechó una carcajada nerviosa.

Sergio: -Ja, ja, ja. Por fin llegué. No me habéis podido coger. Soy más fuerte…

Su madre, al escucharlo, fue a la entrada de su casa.

Anabel: -¡Dios mío! Hijo mío, ¿qué te ha pasado? Estaba preocupada por ti. ¿De dónde vienes? ¿Qué te ha pasado? Ya lo has hecho otra vez... ¿Por qué?

Le interrogaba pregunta tras preguntas sin parar.
Sergio la miraba y pensaba en lo que había hecho.

Sergio: -¿Por qué me dices estas cosas mamá?

Preguntaba un poco concertado por el asombro y la preocupación de su madre.

Anabel: -Hijo mío, yo te protegeré. Este va a ser nuestro secreto. Nada te va a pasar, lo juro. Eres lo único que tengo.

Sergio: -Mamá, alguien me ha seguido por el bosque. Yo no he hecho nada, solo quería ir a jugar con mis nuevos amigos, los únicos del lugar, y ya no están.

Desde aquel día, Sergio nunca volvió a hablar de su enfermedad, y la madre siguió ocultando su esquizofrenia.

Esta historia nunca se la contó a nadie, y nunca sabremos lo que paso, pero Sergio seguía obstinado en encontrar nuevos amigos…

Escrito por María del Mar Contreras