Tu otra sombra T03xP052

12/02/2016
(Especial de 3 horas sobre la Cueva de los Tayos)
El programa Tu otra sombra de esta semana os trae el siguiente contenido:
* Relato de Terror: "Yo trabajo solo", escrito por José Manuel Durán. Os narro esta tenebrosa historia.
* Noticias. Lo más destacado de los últimos días en referencia al mundo del misterio, la ciencia y cosas curiosas.
* La Cueva de los Tayos. Este enigmático lugar ha sido el escenario de muchas leyendas referentes al mundo subterráneo en cuanto a seres y civilizaciones. En una entrevista realizada por Crónicas de Arcadia a la investigadora Débora Goldstern tendremos la ocasión de conocer de cerca este descubrimiento, sus personajes, y lo que ha significado hasta el día de hoy. Además escucharemos las voces del Padre Crespi, Juan Moricz, y la opinión del contactado peruano Ricardo González..
* Mi reflexión "Cuando miro a las estrellas...":  Del mundo intraterreno a las estrella".
Podéis descargarlo en Ivoox, o escuchar todos los programas en la Sección Tu otra sombra

Del mundo intraterreno a las estrellas

Sin duda, hombres y mujeres conocedores de lugares mágicos y sagrados deben tener algo distinto al más común de los mortales. Convertirse en aventurero y en buscador de verdades es el claro ejemplo de la condición más sublime de la capacidad humana, que lejos del conformismo, necesita dar rienda suelta a unos impulsos que habitan en lo más profundo de sus almas.
No sé si vosotros habéis tenido alguna vez la oportunidad de adentraros en un espacio profundo, oscuro, lleno de leyendas. Os puedo asegurar que es algo indescriptible, tan acostumbrados a ver la luz del sol, o el cielo nocturno; y de pronto camináis hacia la más absoluta oscuridad, sin conocer los peligros que se pueden presentar, los contratiempos que habrá que superar. Es una sensación en la que nuestra propia mente comienza a reflejar muchos de los miedos ocultos que ni siquiera recordábamos: volveré a salir?. Habrá algo que se me quede grabado para toda la vida?. Y los monstruos del miedo se nos vienen encima como indicando que hay que tener mucha cautela, que nos adentramos en un mundo que desconocemos y que no controlamos. Os puedo asegurar que vivir una experiencia de este tipo es indescriptible, y la verdad es mucho más impresionante de lo que nuestra imaginación pueda crear.
Yo no he tenido esa oportunidad de adentrarme en una cueva de tan enormes dimensiones, pero sí en muchas otras que son la antesala para este tipo de aventuras. Y conforme te adentras y vas dejando atrás el mundo normal, el que conocemos, en el que vivimos; te das cuenta de que la Naturaleza es tan enigmática, tan grande y con tanto por descubrir, que nos sentimos extraños y desprotegidos. Las entrañas del mundo se abren ante ti para darte acceso a un viaje por el tiempo, hacia un lugar que se intuye mucho más antiguo y como si tuviera vida propia. Como si fuera el fin de lo conocido por el hombre, te vas haciendo consciente del momento. Tus sentidos se agudizan al máximo, comienzas a darte cuenta de que sólo ves la pequeña porción de terreno que te permiten las linternas, y conforme te adentras más y más, también saboreas otras sensaciones, tanto auditivas como olfativas. Tan sólo vives el momento con toda la intensidad que eres capaz de transmitir y de acoger. Comienza la aventura, ese desplazamiento a algún lugar que muy posiblemente pocas o casi ninguna persona ha tenido ocasión de contemplar. Os aseguro que ninguna de estas experiencias os dejaría indiferente. Tal vez por ello, el astronauta Neil Armstrong quiso conocer el secreto del mundo subterráneo, porque también había conocido la sensación de conocer el espacio y llegar hasta otro mundo que no era el nuestro. Y la Luna, y el trayecto hasta su llegada también tuvo que ser impresionante vivirlo.
Y recordando la pisada en la Luna, y el reciente fallecimiento del astronauta Edgar Michel, salimos del interior del mundo y nos vamos ahora hasta el espacio. Ese otro gran desconocido del que nuestra vista sólo conoce una parte.
   Ya podemos hacernos una idea de lo que un cielo estrellado puede inspirarnos y hacernos sentir cuando nos encontramos en un lugar apartado, y se convierte en mágico, entrañable y mil cosas más que también nos hace plantearnos muchas cosas, muchas dudas sobre la existencia de vida allí fuera, más allá de nuestra vida diaria y rutinaria. Nos planteamos si somos los únicos, qué clase de vida podría albergar otro mundo como el nuestro, o si hay seres tan diferentes a nosotros que ni siquiera cabe en nuestra propia imaginación. Pero debe ser otra aventura inquietante dejar atrás la Tierra para observar y viajar en la oscuridad más absoluta del firmamento. Cada estrella, aún sabiendo que son soles, debe parecer inalcanzable y lejana. Esa sensación de volar, de ir hacia un destino no conocido en experiencia, tampoco se queda atrás.
De lo que estoy completamente seguro, es que por mucho que nuestra imaginación viaje, por mucho que pensemos, y por mucha ciencia que utilicemos, en ambos casos –el intraterreno y el extraterreno- podemos deducir que el alma humana es otro claro ejemplo de viaje a lo desconocido.

Una reflexión de Fernando García

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Yo trabajo solo
Tal vez alguno de vosotros me haya echado de menos pues he pasado varias semanas del mes de Enero sin asomar las narices por aquí. Ha sido contra mi voluntad y me hubiera gustado compartir algunos de mis trágicos pensamientos con todos vosotros. En ningún momento ha sido posible y os voy a explicar las razones que me han obligado a mantenerme en silencio.
Algunos podrían pensar que estaba embarcado en un proyecto literario y ojalá así fuera pero debo decir que la suerte no me acompaña y que hace algún tiempecillo que he tomado la decisión de dejar de escribir.
Tampoco he estado enfermo. Simple y llanamente he caído en una trampa, como el idiota que muchos aseguran que soy.
Voy a contaros la historia.
Ocurrió pocos días después de Reyes. Yo estaba dispuesto a disfrutar del regalo que a mí mismo me había hecho: Una pesada hacha de doble filo, parecida a esas que aparecen en Juego de Tronos. Y cierta noche bajé al sótano con la intención de estrenarla. Mi objetivo era un hombre desnudo y encadenado a una mesa cubierta por manchas de sangre de víctimas pasadas. Al bajar vi que el hombre abría los ojos asustado y gemía. La boca cosida le impedía expresarse con absoluta claridad pero sus lamentos, sus lágrimas, los jadeos y los incómodos silencios, me suplicaban que le dejara escapar. Hace tiempo que perdí mis sentimientos, que estarán ya podridos entre las heces de los demonios, y no le dirigí ninguna mirada salvo para excitarme por verlo allí, indefenso y dispuesto para mí. Veía las marcas de los cigarrillos en su pecho, la sangre seca que se agolpaba en sus orejas cercenadas, descubrí los dedos de la mano derecha esparcidos por el suelo y la marca de los latigazos en su pecho y rostro. No es que me sintiera Dios, no soy tan prepotente, pero era su dueño y podía hacer con él lo que me viniera en gana.
Llevaba el hacha sujeta con las manos y la mirada más inquietante y perturbadora que ni el mismísimo Jack Nicholson podría fingir bajo la nieve. Quería partirlo en dos. Ver su cuerpo convertirse en trozos de carne inerte y sentir el baño de la sangre caliente resbalando por entre mis dientes. Después, con esa misma hacha, le cortaría la cabeza, para que rodara de un extremo a otro como una vieja pelota. El resto del plan te lo puedes imaginar: Poner heavy metal a tope, quizá Judas Priest, tal vez Alice Cooper, y cortarlo en trocitos pequeños con los que alimentar a los perros y ratas del barrio.
No pude hacer nada de eso. El plan salió mal.
Sucedió en el momento preciso de alzar el hacha, justo en el instante en el que quise bajarla con todas mis fuerzas.
Fue una sorpresa inesperada. Llegó de repente. Aquél hombre, que de alguna forma milagrosa había logrado desatarse, me lanzó una patada en todos los huevos que me hizo soltar el hacha, caer de rodillas y aullar como un lobo herido. Sentí vergüenza cuando las lágrimas se asomaron en mis ojos. Quise incorporarme pero el puñetazo llegó de repente, entre las dos cejas. Fue algo parecido a un disparo. El dolor resultó muy intenso, después vino la fría oscuridad que me envolvió.
Al despertar y darme cuenta de lo ocurrido, me enfurecí. Estaba atado a la mesa. Desnudo y con un pañuelo en la boca. Frente a mí se encontraba el hombre que hasta el momento era de mi propiedad pero las tornas habían cambiado. Llevaba el hacha en la mano y estaba ensangrentada. Moví los ojos extrañado. Vestía unos vaqueros y una camisa blanca. Sus ropas estaban cubiertas de barro y sangre. Se había descosido la boca y sus labios mostraban un aspecto monstruoso. Me señaló hacia un rincón del sótano hacia el que miré.
¡No era posible!
Allí, sentados en las sillas de madera que hasta el momento habían estado cubiertas por unas sábanas, se encontraban cinco cadáveres. Reconocí a las tres mujeres y a duras penas me acordé de los dos hombres, que ya tenían un aspecto deplorable, totalmente cubiertos de gusanos y larvas y con la carne ajada y pegada a los huesos. Olían fatal pero me sentí orgulloso de mis actos.
Aquél hombre había desenterrado a cinco de mis victimas, algunas más recientes que otras. El cómo sabía dónde estaban los cuerpos y por qué los había traído de vuelta era algo que se escapaba a mi comprensión y eso que me considero, sin lugar a dudas, una de las personas con la mente más asombrosa y perspicaz que habita el planeta.
Pensé en una venganza, pero eso era demasiado simple. Se me pasó por la cabeza la inquietante posibilidad de que al desconocido no lo hubiera atrapado al azar sino que… él mismo había decidido convertirse de manera intencionada en mi víctima. Supuse por unos instantes que había caído en una trampa pero no soy tan descuidado y deseché tamaña estupidez a pesar de que sabía que era la única explicación.
Ese hombre me miraba excitado, incluso advertí el bulto en su pantalón. Sentí asco porque, durante breves instantes, me vi reflejado en él, después comencé a reír, aunque mis risas sonaron como quejidos cobardes a través del pañuelo que apenas me dejaba tragar saliva.
Verme atrapado en mi propio sótano, como una víctima más, rodeado de cuerpos que me traían recuerdos que hasta ese momento había logrado aplastar en lo más profundo de mi oscuridad, me hizo sentir humillado frente a aquél idiota.
Si ahora estoy escribiendo esto es precisamente porque escapé de la trampa y me liberé de la prisión. Volví a enterrar los cuerpos que ya no significaban nada para mí y a aquél hombre lo até a la pared y le llené la boca de hormigas. Fue emocionante ver cómo los diminutos cuerpos se introducían en su interior. Le reventé los ojos con unas tenazas y le corté la cabeza con el hacha. Lo descuarticé y lancé los restos a las alcantarillas donde las ratas lo harían desaparecer.
Pobre iluso, que en su último aliento manifestó su deseo de colaborar conmigo, capturar a futuras víctimas y matarlas entre los dos. Hacer de mi sótano nuestro santuario y lograr el éxtasis en cada asesinato. Crear arte a dúo, firmar una obra maestra en el mundo del terror como una pareja de asesinos despiadados.
Pobre desgraciado, yo trabajo solo.
Escrito por José Manuel Durán