Tu otra sombra T03xP054

26/02/2016
(En memoria de Paco Lucha)

El programa Tu otra sombra de esta semana os trae el siguiente contenido:


* Relato de Terror: "La casa maldita del bosque", escrito por María del Mar Contreras. Os narro esta tenebrosa historia.
* Noticias. Lo más destacado de los últimos días en referencia al mundo del misterio, la ciencia y cosas curiosas.
* Nos adentramos en las experimentaciones con imágenes. Las denominadas "psicoimagenes" van más allá de la grabación de voces, como ocurre con las psicofonías. En este caso a través de la captación de imágenes, se intenta entrar en contacto con otras realidades. El investigador Alfonso Neto nos habla sobre este apasionante tema.
* Mi reflexión "Cuando miro a las estrellas...":  "El sonido de nuestro mundo interior".
Podéis descargarlo en Ivoox, o escuchar todos los programas en la Sección Tu otra sombra

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Psicoimágenes conseguidas por Paco Lucha, y las que hemos hecho alusión en el programa.







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El sonido de nuestro mundo interior

Esta semana ha sido un tanto extraña para mí en varios sentidos. No sé cómo debo tomarme ya las cosas que ocurren, o si mis pensamientos deben cambiar su orientación para caminar hacia otra forma de entender el mundo. Lo que me resulta triste es saber que si cambio hacia ese camino, la costumbre terminará haciendo que me convierta en quien no quiero ni debería ser.
   Sigo sin entender cómo tantos cúmulos de coincidencias terminan juntándose para crear un conflicto que nunca he buscado, ni quiero, ni se saca nada bueno. Y me canso de repetir una y otra vez que me dejen en paz. Que con lo poco que tengo ya tengo bastante para seguir mi camino. Pero no. Todo hay que hacerlo más complicado. Eso lo tengo claro, aunque me tenga que morder la lengua para no decir las barbaridades que algunos hacéis conscientes o no, pero provocando daños irreparables de confianza.
   Dudo de muchas cosas, y por eso creo que me he convertido en un eterno aprendiz y buscador de respuestas. He pisado muchos templos, he conocido personas de muchas culturas, condiciones sociales, ideologías, religiones… Y en cada uno, he encontrado una parte de la Verdad, pero también he encontrado una parte de la Mentira.
      Creo que en más de una ocasión he dado a entender que me relaciono con todo el mundo, sin importarme demasiado sus creencias o su estatus social. Me puedo tomar un café con la persona más simple y humilde del mundo, al igual que lo puedo hacer con el mismísimo rey. Pero eso sólo me atañe a mí y a la persona que tengo enfrente.
Pero no. Una vez más siguen criticando lo que hago, con quien ando o lo que puedo llegar a hacer. Y eso es lo que termina por decepcionarme, porque los peores suelen ser precisamente los que más cercanos están, y los que vienen con apariencia de amistad. Me canso, y es verdad.
   No puedo entender por qué a espaldas vais intentando hacer amistades con esos a los que me habéis visto hablar, para luego ir contando las atrocidades que se os van ocurriendo. Y si pensáis que eso os va a llevar a algún lugar, yo creo que más bien no. Pero lo que si estáis consiguiendo es que entre unos y otros yo continúe quedando mal. Si hablo con la policía, malo, porque por detrás le vais contando que conozco a gente metida en la droga. Si hablo con un toxicómano, también mal, porque le contáis que puedo ser confidente de la policía. Si hablo con un cura, malo, porque le diréis que conozco a gente de ideas satánicas. Y al satánico le diréis que desconfíe porque hago algunos trabajos para la iglesia.
   Y así está el panorama, que no sé por qué motivo, cada vez que salen a relucir nombres, grupos, instituciones y personas con las que tengo algún vínculo, siempre aparece algún gracioso que consigue apartarme y crear la desconfianza.
   De verdad que os he puesto a prueba en más de una ocasión, solamente por saber si eran coincidencias y yo exageraba. Pero es tan real como vuestras malvadas intenciones. Y ohhh coincidencia, aparecen los mismos de siempre, como por arte de magia.
  Han pasado estos meses, y nos encontramos nuevamente, pero ahora intentando meter la cabeza en esas amistades que no conocéis, pero que ya intentáis tener como nuevos amigos.
   De verdad que me llama mucho la atención dos cosas. La primera es que haya gente que tenga una vida tan vacía que intente llenarla con las experiencias de otro. Y la segunda, que utilicéis la conveniencia y la maldad para luego apartarme y tratar de ocupar mi lugar.
   Cuando tenéis algún problema, qué rápido habéis venido a pedirme ayuda. Pero cuando alguien os deja una ventana abierta, igual de rápido sois en colaros y ocupar la vivienda.
Os vuelvo a decir que no entiendo esa actitud. Que tampoco me importa demasiado, y que lo único que quiero es que respetéis la intimidad y la vida de cada uno. Que porque me veáis paciente y comprensivo, no significa que sea tonto. Y que si tanto me tocáis las narices, lo mismo en lugar de apartarme de vosotros, me dedique a ir a por vosotros.
   Eso es lo que no quiero hacer, ni quiero que me pongáis a prueba en ese aspecto. Porque de ser así, os puedo asegurar que mi lado oscuro no conoce fronteras, ni tenéis un sitio donde esconderos.
   Lo mismo pensáis que estoy enfadado o algo de eso. Pues no. Sólo os cuento lo que pienso ahora, porque el que me busca me encuentra. Si es para bien, eso obtendrá. Y si es para mal, el tiempo dirá…
Ahora se lo preguntáis al tiempo, a ver qué dice.

   Sin duda, dentro de cada uno de nosotros vibran muchas cosas. A algunos les late el corazón, a otros les mueve la compasión, a otros le mariposea la barriga… y así, tantas cosas como situaciones y sensaciones vivamos en cada instante. Por favor, la cabeza está para pensar, pero siendo conscientes con la realidad. Siempre hay que estar dispuesto a aprender cosas nuevas, y a desaprender lo que estaba mal. Somos como antenas, y debemos afinar para escuchar el sonido de nuestro mundo interior.
Una reflexión de Fernando García

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La casa maldita del bosque

En un día soleado de marzo, en una pequeña aldea llamada Monst, se cuenta una historia terrorífica de una casa. De esto hace ya cien años atrás, que en el bosque de Monst, aparecen sombras de personas altas con capuchas, que no dejan ver sus rostros, y suelen ir hacía una inmensa casa en lo alto de la colina de este inmenso bosque. Aun nadie han encontrado dicha casa pero la historia es contada por los más ancianos del lugar.
Sergio un niño de ocho años, solitario, alto, muy delgado y con unas enormes gafas de culo de botella, está sentado en su dormitorio junto a la ventana. Él mira a los demás niños que juegan en la calle a la pelota.
Sergio sueña ser como ellos y tener amigos, pero los niños del lugar solo se burlan de él por llevar esas gafas, y siempre lo llaman gafotas y más cosas feas, que ni si quiera quería recordar.

Anabel, su madre, entra en su dormitorio y lo ve como todos los días junto a esa ventana: triste, solo y pensativo, mirando al exterior.

Anabel: - Sergio porque no sales a la calle y haces amigos, anda ve a jugar con ellos.

Sergio: -No, mama tengo que estudiar para un examen. No salgo...

Se sentó en su escritorio y se dispuso a estudiar, no quiso decirle a su madre que no tenía amigos y siempre se burlaban de él.

Anabel: -Está bien hijo mío, solo vengo para decirte si quieres algo para merendar.

Sergio: -No, no tengo hambre, quizás dentro de un rato.

Anabel cerró la puerta de la habitación de su hijo, y como todos los días, se marchaba a trabajar hasta la mañana siguiente.
Pasado un rato, Sergio salió de la habitación y se dispuso a comerse unas chocolatinas con un vaso de leche, y se marchó a la calle para contemplar más de cerca a aquellos niños. Se sentó en un banco frente a ellos. Y fue cuando José y Álvaro se acercaron a él.

José: -Hola gafotas. Sé de una historia que me ha contado mi abuelo, de cuándo era pequeño. Cuenta que en el bosque se ven sombras, y hay una casa abandonada.

Sergio: -¡Ahh siii!

José: -Sí, solo queríamos saber si quieres venir con nosotros y encontrar la casa para jugar allí.

Álvaro: -Sí, vente con nosotros. Siempre te vemos solo, queremos ser tu amigo.

José: -¿Qué dices, te apunta?

Sergio: -Vale, vamos al lugar.

Sergio se entusiasmo al oír las palabras de sus amigos, sin saber la maldad que ellos le guardaban. Se apresuraron calle abajo y tras las ultimas casas del pueblo, cruzaron bajo un puente, donde había un camino muy estrecho, y hablaron por el camino de lo bien que se lo iban a pasar todos.
Cuando menos se lo esperaron, ya estaban adentrándose por el bosque. Eran las ocho de la tarde de un esplendido día de sol.

Sergio: -Y cómo que me estáis hablando, después de estar siempre insultándome.
José: -Bueno, siempre te vemos solo y queremos ser tu amigo ¿es malo eso?

Sergio: -Claro que no. Yo también quería ser amigo vuestro.

José: -Ya hemos llegado. Juguemos aquí.

El lugar estaba situado en una explanada, y decidieron jugar al escondite.

José: -Venga, aquí es el lugar para jugar al escondite, la quedas tu Sergio.

Sergio: -Vale. Pues cuento hasta diez.

Se dispuso a contar junto a un árbol y los dos niños, se escondieron tras unos arboles… tras las sombras de aquel lugar que parecía maldito.

Sergio: -Uno, dos, tres, cuatro, cinco… diez. ¡Ya voy!

A lo lejos, entre las siluetas de los arboles ,observó una sombra pasar, creyéndose que era uno de sus nuevos amigos, se adentró hacía las sombras de aquellos árboles, con pequeños pasos para no hacer demasiado ruido con las ramas que estaban bajo sus pies.
Los dos presuntos amigos lo estaban contemplando detrás de los árboles, y lo siguieron para jugarle una mala pasada. Mientras iba avanzando, Sergio iba notando un frío y un miedo que le hacia estremecer, pero se hacia el valiente porque, después de todo, había encontrado a unos amigos en los cuales no se imaginaba lo que sucedería horas más tarde.
Sergio avanzaba por unos matorrales y a lo lejos pudo contemplar una enorme casa. Se detuvo para poder observar su alrededor en silencio, solo se escuchaba palpitar su pequeño corazón.
Vio entrar dos siluetas en la casa, y se dispuso ir en busca de sus nuevos amigos.
La casa era muy vieja, con unos enormes ventanales tapiados con maderas Subió por unas escaleras hasta el porche de aquella casa, y le temblaba las piernas abrió la puerta que se encontraba encaja como si alguien hubiese entrado antes de él y se adentro en su interior.
José y Álvaro lo vieron entrar, y se acercaron a la casa para dejarlo encerrado allí en el interior.

Sergio: -Hola… hay alguien?... -dijo con voz temblorosa al ver el interior de esa casa tan oscura y recordar lo que dijo su amigo antes de ir al lugar-

Sergio: -José?, ¿Álvaro? ¿Estáis aquí? -pregunto Sergio, con voz que ni siquiera podía salir de sus labios-

Miraba por todos lados, adentrándose en las habitaciones de la parte inferior de la casa. Observaba figuras muy antiguas aunque todo el interior estaba un poco destrozado por personas que la habían habitado. Había muebles antiguos, cuadros y demás cosas.
Entró en la cocina que olía a podrido, por alimentos en mal estado, y recorrió toda la casa que es de dos plantas. Viendo que no había rastro de sus nuevos amigos, se asusto por los ruidos y susurros que podía escuchar en ese lugar abandonado, como si algo terrible hubiese pasado en su interior…

Sergio: -Ya no quiero jugar más. Por favor, contestarme.

Fue entonces, que escuchó un ruido en el sótano, pasos, correr y risas. Abrió la puerta del sótano, que estaba bajo las escaleras, con la mano temblorosa, y dio un paso, observando su interior. Los dos amigos vieron que entró en el sótano y lo cerraron ahí dentro.

Sergio: -Por favor, abridme...

José: -Ja, ja, ja -con risa malvada se reía José-

Álvaro: -Estás atrapado gafotas. ¿Creías que éramos amigos tuyos?

Sergio: -Abridme...

Daba puñetazos en la puerta vieja

Sergio: -Por favor… por qué me hacéis esto?

El interior del sótano era oscuro y frio. Sergio escuchó la puerta de entrada de aquella casa cerrarse, y de reprende, escuchó un fuerte porrazo en la puerta de donde se encontraba, y a los amigos gritar.

José: -Aahh!, No, por favor...

De repente, Sergio notó un charco en sus pies. Le dio un miedo atroz y bajo corriendo las escaleras, y se escondió tras unas cajas apiladas, solo se escuchaban ruidos, gritos y como si algo espantoso estuviese pasándole a sus amigos.
Temblando y muy asustado, fueron pasando los minutos, las horas… hasta que fue vencido por el sueño.

Cuando ya amaneció y parecía estar todo tranquilo, subió las escaleras y pudo observar que la puerta de aquel maldito sótano frío y oscuro donde paso un miedo, que nadie jamás había experimentado, estaba abierta, y él todo lleno de sangre.
Sergio, ese día no tomó su medicamento y estaba un poco nervioso. No supo qué había sucedido pero, claro está, que sus amigos desaparecieron. Al salir al porche, ve los cuerpos meciéndose de sus amigos colgados de una viga, junto a una mecedora rota por el tiempo frente a él. Algo cruel y despiadado ha sucedido aquí. Algo que se escapa del control del raciocinio y el sentido común. Su cuerpo tiembla, y notó cómo las rodillas estaban a punto de fallarle. Un fuerte dolor se instala en el centro de su pecho, y se echa a llorar de lo impotente que se sentía al contemplar ese horror. Algo o alguien terrible habitaba esos alrededores, oculto en la oscuridad, algo cruel, perverso y sanguinario.
Tenía la sensación de que algo se le abalanzaría sobre él. Echó a correr como nunca jamás lo había hecho antes, sin mirar atrás, por ese bosque tan frondoso.
Sergio notaba detrás de él algo que le seguía, pero no miraba hacia atrás. Sólo corría y corría.
Sin parar de correr, gritaba y hablaba con algún ser invisible y terrible que le seguía.

Sergio: Gritó -¡Por favor, no me hagáis daño!. Tan sólo soy un niño… Nunca le diré nada a nadie, lo juro.

El corría. Pensaba en su madre y sollozaba. No veía bien por las lagrimas que resbalaban por su mejilla, pero no paraba de correr. Estaba muy cansado y sus piernas canijillas ya no podían más. Tarde o temprano caería al suelo por el cansancio, tan sólo era un niño. Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban y por fin salió de ese bosque tan oscuro y maligno en el que fue a jugar con sus nuevos amigos, y únicos por ahora.
Al llegar a su casa, todo lleno de sangre, con la ropa media rota por las ramas en las que se había enganchado, asustado, llorando y sin poder respirar, sintió alivio y hechó una carcajada nerviosa.

Sergio: -Ja, ja, ja. Por fin llegué. No me habéis podido coger. Soy más fuerte…

Su madre, al escucharlo, fue a la entrada de su casa.

Anabel: -¡Dios mío! Hijo mío, ¿qué te ha pasado? Estaba preocupada por ti. ¿De dónde vienes? ¿Qué te ha pasado? Ya lo has hecho otra vez... ¿Por qué?

Le interrogaba pregunta tras preguntas sin parar.
Sergio la miraba y pensaba en lo que había hecho.

Sergio: -¿Por qué me dices estas cosas mamá?

Preguntaba un poco concertado por el asombro y la preocupación de su madre.

Anabel: -Hijo mío, yo te protegeré. Este va a ser nuestro secreto. Nada te va a pasar, lo juro. Eres lo único que tengo.

Sergio: -Mamá, alguien me ha seguido por el bosque. Yo no he hecho nada, solo quería ir a jugar con mis nuevos amigos, los únicos del lugar, y ya no están.

Desde aquel día, Sergio nunca volvió a hablar de su enfermedad, y la madre siguió ocultando su esquizofrenia.

Esta historia nunca se la contó a nadie, y nunca sabremos lo que paso, pero Sergio seguía obstinado en encontrar nuevos amigos…

Escrito por María del Mar Contreras


Tu otra sombra T03xP053

19/02/2016

El programa Tu otra sombra de esta semana os trae el siguiente contenido:
* Relato de Terror: "El Príncipe", escrito por José Manuel Durán. Os narro esta tenebrosa historia.
* Noticias. Lo más destacado de los últimos días en referencia al mundo del misterio, la ciencia y cosas curiosas.
* Leyendas de Ayamonte.  Este pueblo onubense cuenta con numerosas historias relacionadas con misteriosos sucesos ocurridos a lo largo del tiempo. Hacemos un recorrido por sus calles, y las leyendas más destacadas, y para ello contamos con el periodista Ángel Jiménez. También os contaré algunas leyendas recogidas por la escritora Mar Velasco en su libro "Antiguas leyendas ayamontinas".
* Mi reflexión "Cuando miro a las estrellas...":  "El trabajo de Tu otra sombra".
Podéis descargarlo en Ivoox, o escuchar todos los programas en la Sección Tu otra sombra


El trabajo de "Tu otra sombra"

Hemos llegado al final de este programa. La semana que viene volveremos con un tema en el que rendiremos homenaje póstumo a un compañero que nos ha dejado esta semana. Paco Lucha, reconocido investigador en el campo de la transcomunicación instrumental, y más concretamente en la especialidad de las psicoimágenes, ha partido hacia el otro lado.
   Creo que muchos investigadores hemos sido asesorados en algún momento por este profesional, y lo recordaremos en muchas ocasiones –sobre todo- cuando realicemos algunas de estas experimentaciones de laboratorio.
   Para rendirle nuestro favor, la semana que viene dedicaremos el programa precisamente a este apasionante tema de las grabaciones de imágenes a través de aparatos cotidianos. Traeremos a un investigador que ha compartido momentos, congresos y entrevistas con él. Nos pondremos al día en cuanto a los fenómenos de transcomunicación, y charlaremos de otras cosas. Espero que os resulte interesante.
   Y de ese otro lado del misterio de la vida y la muerte, nos vamos hasta el mundo digital, a las estadísticas que este programa ha generado desde el inicio de su emisión.
   Hace poco cumplíamos cien horas de programa, y una tarde me dediqué a mirar aquí en el estudio algunas estadísticas sobre la audiencia de Tu otra sombra. Si os soy sincero, me sorprendí.
   Sé que hay muchos programas en internet sobre misterios, y que éste es sólo uno más de esos tantos que podéis escuchar. Tener algunos seguidores se puede hacer normal, porque siempre hay algún amigo cercano que le gusta escucharme, o que simplemente –por cercanía- quiere saber lo que ocurre a su alrededor cuando se habla de enigmas. Pero digo que me sorprendí, porque en primer lugar, como suele pasarme en casi todo lo que hago, lo realizo porque me gusta, sin dar importancia si llega o no a mucha gente. En ese sentido, aquí me tenéis, para aquel o aquella que le guste escucharme. Simplemente, con que le guste a unos pocos, ya me llenaría de orgullo. Gracias por seguirme.
   Y en segundo lugar, también me sorprendí, porque Tu otra sombra cuenta con el respaldo de muchas más personas. No sólo en Huelva y zonas cercanas, sino que traspasamos fronteras hacia otros países donde también se nos escucha.
   A manera de información, los datos reflejaban un aumento de seguidores y fans de este programa. El total de descargas realizadas de este programa ya superaban las 10.000.
   En cuanto a los soportes digitales utilizados para escuchar Tu otra sombra: el 38% lo hace a través del ordenador, y el 62% a través del móvil.
   El 44% son mujeres, y el 55% son hombres. Y sobre las edades de los que escucháis Tu otra sombra: el 19% sois hombres entre los 35 y los 44 años. El 18% hombres entre los 45 y 54 años. El 16% mujeres entre 45 y 54. Y el 15% mujeres entre 35 y 44 años. Otro pequeño porcentaje se lo llevan otras edades.
   Los datos sobre audiencia en España destacan en las siguientes ciudades: Huelva con un 15,54%, Madrid 8,47%, Sevilla 5,93%, Barcelona 3,39%, Málaga 2,82%, Granada 1,69%, etc, etc…
   La sorpresa, como os decía antes, fue cuando vi el número de seguidores de este programa. La audiencia llegaba hasta otros lugares del planeta, y los porcentajes de seguidores quedaban aproximadamente así:
   España 81%, Argentina 6%, México 5%, Costa Rica, Francia, Puerto Rico, Colombia y EE.UU. con 3,2%, Brasil y Portugal 2,3%, Chile y Perú 1,4%, Italia con el 0,91%, Y un resto pequeño que se reparten entre Alemania, Bolivia, Andorra, Rumanía, Armenia, Paraguay, Países Bajos, Reino Unido, Grecia, Uruguay, Guatemala y Polonia.
   Es sin duda un regalo que me enorgullece. Nuevamente os doy las gracias, porque éste es vuestro programa, y sin vosotros no sería posible hacerlo.
   Pero dejemos los números a un lado, que sé que puede hacerse tedioso, y pasemos ahora al lado más humano y personal de cómo se hace Tu otra sombra.
   Os empiezo diciendo que a pesar de que participo de forma asidua en otros espacios, lo habitual es que permanezca en el anonimato. Ayudo, asesoro y hago trabajos de divulgación, pero raramente sale a relucir mi nombre. Soy una persona que no para de hacer cosas, y lo hago porque me gusta, sin percibir nada a cambio; tan sólo la satisfacción de realizar el trabajo. Cuando me `propusieron crear un programa de misterios en esta casa, nunca llegué a imaginar que solohuelvaradio se convertiría en algo parecido a una familia. Cada uno con sus temas: deportes, literatura, música, psicología… pero faltaba el componente más desconocido: el misterio. Y aquí es donde comencé a fraguar la idea de hacer un programa distinto, porque programas de misterios hay bastantes, pero suelen seguir un patrón muy parecido, donde se habla de una forma que aparenta seriedad. Las entrevistas parecen ir encaminadas a personajes de reconocido renombre, porque eso da más caché. Y lo habitual es que lo realicen varias personas, dándose apoyo y manteniendo una conversación a dúo mientras pasan los minutos. Pero si os habéis fijado, o mejor aún, si me habéis escuchado bien, este programa lo llevo yo sólo.
   No es fácil conseguir un programa para todos los gustos. Mi trabajo a turnos siempre me ha generado más inconvenientes que ventajas en este programa, bien porque había cambios de horarios o porque me tocaba estar de guardia el mismo día del programa. Eso hizo que en sus inicios tomara la decisión de evitar los programas en directo. Y sin contar con otras contrariedades en las que la línea telefónica o los móviles perdieran la cobertura, o que los invitados no se acordaran de la hora en que iban a ser entrevistados, o simplemente avisaban una hora antes para decir que les resultaba imposible ese día. Total, que detrás de lo que escucháis a través de los micrófonos, hay todo un mecanismo de preparación, de elección de personas, temas musicales, y lo más complicado: seguir una escaleta o guión para no pasarse o quedarse corto en los tiempos establecidos.
   Pero aunque existan todas estas cosas, siempre se aprende, y en mi caso soy yo mismo quien superando contratiempos, hace posible que semanalmente exista un programa distinto donde escuchamos a gente sencilla contando sus experiencias, su particular modo de ver estos temas de misterios, donde nos creamos un ambiente de amigos sentados en una mesa, charlando de aquello que nos gusta.
   Esa es la parte que no se ve, pero en mi opinión, la más cercana al ser humano. Eso y mucho más es Tu otra sombra.

Una reflexión de Fernando García


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Y aquí las fotografías que os nombré en el programa:
La lápida conmemorativa del Marqués de Ayamonte, y la del Cristo de la Guadaña:



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El Príncipe

Caminaban por la vía del metro con una  parsimonia  inquietante. Habían salido de la boca del túnel como si, repentinamente, la oscuridad los hubiera vomitado. Eran tres figuras estremecedoras, muy altas y delgadas. Dos hombres seguían a  una mujer de larga cabellera dorada Los tres vestían con ropaje negro y llevaban una gabardina que les  llegaba hasta la altura de los tobillos. Su modo de caminar, la manera en la que avanzaban entre los raíles, les confería una apariencia misteriosa y aterradora, como si fuesen espectros salidos de ultratumba.

Todos los que aguardábamos en los arcenes la llegaba del metro nos quedamos boquiabiertos contemplando aquella escena que rezumaba un tufillo  que nos hizo palidecer. La mujer llevaba el pelo suelto y su larga melena lisa caía más allá de los hombros. Su rostro, bello como el de un ángel, tenía una tonalidad grisácea en el que destacaban sus labios rojos y las gafas oscuras que le cubrían los ojos. Los dos hombres que la seguían, ambos calvos como bolas de billar, expresaban en sus rostros una mueca demoníaca que nos obligó a apartar la vista de inmediato.

Mientras aquellas misteriosas figuras avanzaban sobre la vía, advertí movimiento a mi alrededor y descubrí que la gente estaba nerviosa y agitada. Al prestar atención y apartar la mirada de los singulares movimientos de los desconocidos, me di cuenta que bajando las escaleras que comunicaban los diferentes andenes avanzaban varias figuras oscuras de parecido corte a las que habían salido del túnel.  

Bajaban con lentitud, sin prisa. Y mientras lo hacían nos observaban a través de unos ojos oscuros, tan negros como la boca de un lobo. Y sonreían, mostrando unas dentaduras blancas y relucientes. 

Se me hizo un nudo en la garganta mientras miraba a todas aquellas personas hombres y mujeres ataviados con ropajes oscuros, en su mayoría de cuero. Las botas que llevaban resonaban al pisar las baldosas del suelo, como una cacofonía infernal, quizá como el rugido de un demonio, tal vez como la sonrisa de una manada de animales que ha cercado a su presa. Me estremecí y noté que mis piernas temblaban.

Nos vimos rodeados por los enigmáticos desconocidos. Las tres figuras que caminaban por las vías se pararon en seco y sus cabezas se movieron precisamente para observar al grupo en el que yo me encontraba. Lo hicieron con una lentitud pasmosa, como si no pertenecieran a este mundo. La mujer de cabellera rubia y labios rojos dejó que sus gafas cayeran al suelo y sus ojos brillantes de un color verde esmeralda me taladraron, como si estuviera estudiando mi alma. Sonrió y vi sus largos dientes crecer como las uñas de un hombre lobo. Miré a mí alrededor. Las bocas de todas aquellas figuras oscuras, de rostros grises y miradas severas, estaban abiertas mientras esbozaban  sonrisas perversas que dejaban ver lo afilado de unos grandes colmillos. Mis rodillas chocaron con el suelo. Comencé a temblar como un niño asustado. Tenía miedo.

Dos chiquillos que estaban cerca de mí corrieron para protegerse en los brazos de su madre. Dos chicas comenzaron a sacar fotos de aquellos seres con sus móviles mientras cuchicheaban entre ellas. Una señora mayor no dejaba de agarrarse un crucifijo que colgaba de su cuello al tiempo que dos hombres trajeados miraban a su alrededor con rostros temblorosos. 

Entonces, de repente, las tres figuras que estaban aún en las vías del metro realizaron una proeza imposible y saltaron hacia arriba, elevándose cuatro o cinco metros para precipitarse  violentamente sobre el arcén en el que yo me encontraba. Los tres cayeron en cuclillas y la mujer de pelo dorado no apartó su mirada de mí en ningún momento. Sonreía, pero su boca era atroz, monstruosa. Sus ojos se movían ávidamente, refulgiendo en ellos un brillo extraño y diabólico.

Primero sucedió en el arcén de enfrente. Fue de improvisto. Nadie estaba preparado para ello. Los gritos me obligaron a mirar hacia allí. Y me llené de horror.

Varias de aquellas criaturas cubiertas con  indumentarias negras, que parecían recién salidas de un festival de heavy metal, se abalanzaron sobre las personas que se encontraban allí, absortas contemplando la presencia de los desconocidos. Vieron cómo la tranquilidad que sentían mientras esperaban la llegada del metro se había visto truncada por la presencia de aquella banda extraña de seres. Como los leones que se lanzan sobre su presa, las criaturas destrozaron a todas y cada una de las personas, que no pudieron hacer nada por salvarse. Las agarraron y las hicieron gritar de dolor mientras sus dientes desgarraban las gargantas de los desdichados. La sangre saltó por los aires a borbotones mientras aquellas criaturas, monstruos con vaga apariencia humana, clavaban sus dedos de uñas afiladas en los pechos de sus víctimas, perforando la carne y arrancando de cuajo los corazones, aún calientes, que ya habían dejado de latir.

Vomité. Escuché entre arcadas que las personas que había a mí alrededor gritaban y trataban de huir. Después sus gritos fueron mucho más estridentes. Levanté la cabeza con miedo a presenciar el horror pero no pude bajar la mirada. Mis ojos, abiertos como dos huevos fritos,  se toparon con la aniquilación total de todas las almas inocentes.

Vi a los dos niños caídos en el suelo y sobre ellos varias de aquellas cosas que les chupaban la sangre. El cadáver de su madre yacía algunos metros más adelante, vacía por completo.

Vi los dos cuerpos de las chicas tendidos en el suelo, con las cabezas ladeadas a un lado, con las gargantas abiertas de las que manaba sangre sobre la que muy pronto se abalanzaron las fantasmales presencias.

Vi el instante en el que la mujer del crucifijo recibía un mordisco en mitad de su rostro mientras la mano huesuda del agresor le arrebataba violentamente el objeto religioso y se lo metía en la boca para destrozarlo con los dientes.  Después, la mujer se precipitó al suelo y antes de que su cuerpo lo tocara otro ser la agarró entre sus brazos y le reventó la garganta de un gigantesco mordisco.

Vi a los dos hombres  trajeados correr en direcciones opuestas, ambos perseguidos por estos entes maléficos. Uno de ellos cayó despatarrado con un enorme boquete en su espalda, como si hubiera sido disparado con una recortada a bocajarro. El zarpazo que había recibido de uno de aquellos seres le había atravesado la piel y desgarrado varios de sus  órganos. Murió antes de tocar el suelo. No fue impedimento para que otro de los violentos seres, de pelo encrespado y botas cubiertas de barro, lo agarrara de la cabeza y lo arrastrara hacia una esquina, donde se inclinó sobré él para abrirle una herida en el cuello y vaciarlo completamente de sangre. El otro hombre no corrió mejor suerte. Escuché su grito y al girar la cabeza descubrí que  fue envestido por uno de los hombres calvos que habían surgido del túnel y lo despedazó en cuestión de segundos.

Traté de ponerme en pie. Quise pedir ayuda. Comencé a suplicar y enmudecí al notar frente a mí una presencia que percibía malvada. Levanté la mirada y allí estaba, el rostro gris plomizo de la mujer de pelo rubio que ahora me parecía perturbador y desagradable, con la intensidad de una mirada que procedía de unos ojos verdes y brillantes. La boca de aquella cosa estaba cubierta de manchas rojas, muy oscuras. La sangre bajaba por su barbilla y caía a través de la garganta, perdiéndose entre la apertura de un traje negro que ocultaba la redondez de sus grandes pechos.

Por fin pude levantarme. Quise retroceder cuando la criatura tendió sus manos hacia mí y avanzó. Miré de soslayo en rededor. Todos aquellos monstruos estaban ahora de pie, inmóviles. Miraban en mi dirección, como si estuvieran esperando que la mujer me destrozara de la misma forma que  ellos habían acabado con la vida del resto de los humanos. Y supe que en cualquier momento ella caería sobre mí. Podía sentirlo en la expresión de su diabólica mirada, en la lentitud de sus movimientos. Lo leía en su rostro. Lo notaba en el movimiento violento de la lengua que se veía tras la frontera afilada de unos colmillos manchados de sangre.

 Entonces, cuando creí que mi muerte estaba cerca ocurrió algo que me dejó perplejo. La mujer levantó su cabeza para dirigir su mirada más allá de  mi espalda y su rostro se cubrió de una expresión repugnante. Al mismo tiempo, todas aquellas criaturas hincaron una de sus rodillas en el suelo, colocaron sus manos sobre la otra e inclinaron la cabeza.

Desconcertado, estuve a punto de girarme cuando una mano enguantada se apoyó en mi hombro. Me sobresalté. Lentamente, temiendo enfrentarme a algo peor de lo que había visto hasta ahora, me giré para encararme con el recién llegado.

Era un tipo no más alto que yo, de fuerte complexión. Vestía una gabardina larga de cuero que no ocultaba el dibujo de la camiseta que llevaba y que correspondía a un famoso grupo de Black Metal. Los pantalones de cuero negro, ajustados y adornados con varias cadenas tenían el mismo dibujo que las botas camperas de larga punta y tosco tacón, también negras. Tenía pelo largo, liso, que le caía  más allá de los hombros y bajo su boca enseñaba una cuidada perilla que nacía de un grueso bigote no excesivamente poblado. Sonreía. Sus diminutos ojos me miraban directamente. La redondez de su cara me sorprendió. Había algo en él que me resultaba familiar pero no podía precisar de  qué se trataba.

Volvió a poner la mano sobre mi hombro. Lo hizo con fuerza. Di un respingo y me estremecí. Miré a mi alrededor. Allí estaban todas aquellas escuálidas figuras completamente inmóviles, como estatuas en un museo de cera. Rodilla en tierra, cabeza agachada, como si le rindieran pleitesía. 

Aquél tipo, sin quitar su mano de mi hombro, desvió la cabeza. El cuello le crujió como si sus vértebras se hubieran resquebrajado y miró directamente hacia la mujer. Yo hice lo mismo. Vi que ella agachaba la mirada y a pesar de que su rostro mostró cierta expresión de disgusto no dudó en indicar lealtad con la rodilla clavada en el suelo y su cabeza inclinada hacia delante. El tipo sonrió. Sus ojos oscuros ayudaron a que me sintiera un poco mejor y después me dirigió unas palabras.

-¿No me recuerdas, verdad?

Pese al temblor al pronunciar sus palabras, su voz, algo raspada, sonaba segura. Fruncí el ceño. Aquella voz… la había escuchado en alguna parte, hacía  años y no podía recordar dónde.

Me miró a los ojos. Sonreía. Su boca mostraba unos dientes tan blancos como el marfil. Vi sus largos y puntiagudos colmillos. No sentí miedo. Algo había en el interior de sus ojos, en la expresión de su mirada, que me tranquilizaba.

-Vaya, es un poco decepcionante. Han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos pero aún recuerdo el fuerte apretón de manos  que nos dimos. ¿Me has olvidado?

Le observé con detenimiento. Sin duda él me conocía. 

Bajó los brazos y resopló. Miró a los monstruos que había a nuestro alrededor. A medida que iba hablando yo también los observé con miedo y recelo. Continuaban en la misma pose, como simples peones en un tablero de ajedrez, como súbditos mostrando lealtad  a su señor.

-Han pasado muchas cosas desde la última vez que nos vimos Fortu, cosas muy extrañas que nunca te creerías aunque después de ver lo que estos idiotas han hecho creo que te puedes hacer una ligera idea.

¿Fortu? Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba así. Había sido un apodo que utilicé cuando era poco más que un mocoso adolescente y aquél tipo… lo sabía.

Busqué en mi memoria. Me sumergí en la expresión de su rostro bonachón, en su graciosa mirada, en su voz y entonces agrandé los ojos y me acordé de uno de los amigos que tuve décadas atrás, que siempre había apreciado y hacía años no veía.  Aún así, su nombre me salió a modo de pregunta, algo que lamenté inmediatamente.

-¿Oier?

¡Claro que era él! Ahora lo reconocía completamente. Su cara regordeta, su amplia frente, la misma  perilla que llevaba la última vez que lo vi. Me abrazó con la torpeza y brusquedad que siempre le caracterizó. Rió con aquella carcajada escandalosa y cuando se apartó para mirarme de nuevo sus ojos tenían un brillo de inmensa felicidad.

-¡Cuánto tiempo! ¿Eh? ¿Sigues con tus cosas paranormales, ya sabes, la ouija y todo eso?.-me preguntó.

-Bueno, lo dejé hace tiempo, o más o menos .-respondí algo nervioso. Naturalmente que se trataba de mi amigo pero algo había cambiado en él. Aquellos ojos brillantes, los colmillos, la gente que nos rodeaba y que habían acabado con la vida de muchas personas delante de mis propias narices y que parecían respetarle. Todo aquello no importaba. Oier me miró directamente a los ojos y sentí una paz inmensa. Comencé a olvidar los últimos acontecimientos, las muertes, la presencia de aquellos monstruos y al mirarle de nuevo lo vi como era hace años, más joven, sin esos dientes horribles que me ponían los pelos de punta. Lo vi como lo que era, mi amigo. Estaba lleno de luz. Parecía inmensamente feliz.

-Pues es una pena. Nunca debiste dejarlo, por cierto… ¿Sigues jugando a Rol? Me acuerdo mucho de mi Gangrel, creo que nunca pudimos  imaginar que tus historias eran más reales de lo que pensábamos. . Si yo te contara… es todo una completa locura pero  bueno…si miras a tu alrededor creo que puedes hacerte una pequeña idea.

No estaba entendiendo nada de lo que me decía aunque sí recordaba algunas cosas. Había pasado tanto tiempo…

-¿Sabes, Fortu? No tenías que estar  aquí. Yo te agradezco de corazón que hagas esto por mí, que escribas una historia.  Nunca he dejado de acordarme de ti pero no es bueno que tú hayas acabado en este enredo.

¿De qué estaba hablando?

-Todos estos perros hambrientos se han alimentado delante de tus narices. Se merecen un escarmiento y te aseguro que durante el Consejo se les impondrá una pena ejemplar  pero no debiste presenciar tan desagradables sucesos. Habrá resultado espantoso para tus ojos.

Entonces volví a recordar. Fue como una sacudida dentro de mi pecho. Las dantescas escenas que había presenciado, la sangre, las muertes horribles... Y las miradas perversas de aquellas criaturas. La delgadez de sus cuerpos. La tonalidad gris de su piel. Los afilados colmillos. Las largas uñas en sus huesudas y perturbadoras  manos. La rabia con la que atacaban. El hambre voraz con el que se alimentaban y bebían la sangre de los desdichados. Y ahora, todos ellos estaban de pie, mirándome directamente. Todos ellos tenían unas ganas tremendas  de abalanzarse sobre mí, de destrozarme, de arrancarme el corazón y estrujarlo entre sus puños, de beber mi sangre para después tirarme a las vías, como habían hecho con varios de los cuerpos. Miré a Oier. Su sonrisa me tranquilizó. Me observaba con sus ojos casi cerrados. Sabía que nuestra vieja amistad serviría de impedimento para que esas criaturas acabaran con mi vida. Sonreí.

En ese momento la boca de Oier se cerró de inmediato y su sonrisa desapareció al instante. La negrura de su mirada se oscureció más aún y dio dos pasos atrás.

-No puedo ayudarte, Fortu. Mis cachorros están hambrientos y necesitan acabar lo que han empezado. Sin testigos.

-Pero…

Se encogió de hombros. Levantó los brazos hacia los lados y sonrió.

-La verdad es que podría ayudarte, ¿Sabes? Soy dueño y señor de todos y cada uno de ellos. Me pertenecen. Son de mi propiedad a pesar de que alguno de ellos ambiciona el poder que heredé de  mi Mentor.-mi antiguo amigo miró hacia la mujer rubia y noté que ella lo fulminaba con la mirada. Abrió la boca y una lengua viperina asomó entre sus dientes. Aún así se contuvo. Mostró respeto ante la presencia de su Príncipe.

Vi que mi amigo estaba a punto de girarse. Sabía que en ese mismo momento, cuando me diera la espalda y comenzara a caminar alejándose, su séquito lo entendería como una señal de consentimiento y entonces me harían pedazos.

-Por favor, tú puedes impedir todo esto.-le dije con la voz temblorosa cuando vi que comenzaba a caminar.

Se detuvo en el acto. Giró su cuerpo y me dirigió una penetrante mirada. Sonrió. Contempló a su progenie  durante breves instantes. Se encogió de hombros y se acercó de nuevo.

Mantuvo una cándida sonrisa sobre  su poblada perilla y me volvió a colocar la mano en  el hombro.

-Tienes razón, Fortu, yo puedo detener todo esto. Lograr que olvides nuestra presencia. Dejarte marchar.-suspiré aliviado al escuchar sus palabras.-Pero no quiero hacerlo.

Bajó su mano y se apartó.

Todas aquellas criaturas aullaron como lobos enloquecidos bajo la luna. Atravesaron mi cuerpo con sus zarpas. Me mordieron. Me hicieron pedazos bajo la atenta mirada de mi viejo amigo hasta que dejé de sentir poco más que una impenetrable oscuridad.

Como recuerdo me llevé  impresa la imagen de mi colega, Oier Machio Gamero, que contemplaba, orgulloso y satisfecho,  el loable comportamiento de sus chiquillos.

Se alejó sonriendo.  Sabe que es  eterno. Se  ha convertido en inmortal.
Escrito por José Manuel Durán